Qué difícil es evaluar “por competencias”!
2023-06-02
Cuando llegan los meses de mayo y junio se oye este comentario por los centros educativos. Además de todas las quejas de la falta de formación para entender las competencias, de cómo éstas están acabando con el conocimiento, de que para qué, si va a cambiar la ley en breve, etc. La respuesta de la administración también es curiosa, aquí en Galicia. Han introducido una calificación de las competencias en la aplicación institucional de recogida de datos, que aparece si se desea en los boletines de notas. Ante esto, los centros se han sentido en la obligación de entrar en este absurdo proceso, y han diseñado algunas rocambolescas soluciones.
Una de estas soluciones, seguro que hay muchas más, es una hoja de cálculo que calcula automáticamente una nota para cada competencia, según una especie de media ponderada de las calificaciones de cada área o materia, en función del número de veces que cada competencia aparecía en las tablas de elementos curriculares de los decretos autonómicos. Lo peor de todo es que esta solución suele ser propuesta por profesorado de matemáticas. Algún lector se preguntará cuál es el problema. No sólo que la justificación matemática es casi ridícula. Aparte de calcular con medias medidas no adecuadas para este cálculo, y tomar en consideración algo totalmente aleatorio como el número de veces que se menciona cada competencia en los desarrollos curriculares, se desaprovecha una de las pocas cosas buenas que tiene nuestra legislación actual. Para las decisiones importantes, la normativa ha establecido que no se deben tener en cuenta las calificaciones de áreas y materias, sino que debemos ir a los principios generales y al espíritu de la ley y revisar el grado de consecución de las competencias. La LOMLOE mejora esto con los perfiles de salida, que definen muy bien en qué consiste la adquisición de las competencias a efectos de pasar de etapa o titular. Esto es, se quiere prevenir una excesiva “numerización” en estas importantes decisiones.
Pero, ¿qué han hecho los centros? Aunque claramente el sistema establece cuál es realmente el espíritu del sistema educativo (en verde en el gráfico), se vuelve a recurrir a ese sistema paralelo de estructuración en asignaturas con sus respectivas calificaciones, que sólo sirve para facilitar en los centros la estabulación del alumnado en aulas y la organización de los horarios del cuerpo docente. Aceptemos que tenemos que calificar anualmente por materias, porque así nos lo indican. Pero, ¿por qué vamos a aceptar recurrir a este artificio añadido cuando no es necesario? Corrompemos así los únicos procesos que sobreviven a esta estructuración absurda. En primaria, donde está mejor regulado para mí, se regula un informe del grado de adquisición de las competencias, que debe ser entregado a las familias. Pero se sustituye por un número para cada competencia en el boletín.
Podríamos, a través de los datos de evaluación de las actividades de aula, establecer, con ayuda de los perfiles de salida, el grado de consecución de las competencias, incluso obtener un número de aquí cuando nos obliguen, y tomar las decisiones importantes. Pero no, preferimos recurrir a lo de siempre, eso sí, quejándonos de que es la normativa la que no nos permite hacer las cosas bien.