David G. Gándara

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Puede una adaptación curricular hacer más daño que un suspenso?

2022-04-22


Por mucho que haya algunos intentos de rebajar la importancia de las calificaciones en educación primaria, el funcionamiento de los centros sigue articulado en torno a ellas. Se utilizan para motivar al alumnado, para hacer presión a las familias, para castigar, para decidir en qué curso debe estar cada uno, para asignar alumnado a aulas específicas... ¿Es la normativa legal la que da esta importancia a la calificación? Yo no estoy tan seguro.

Imaginemos por un momento que una maestra decide dejar de utilizar las calificaciones en el aula. En su lugar, informa a cada uno de los aprendizajes que ha realizado hasta el momento, y cuáles son los siguientes pasos para avanzar. Reconoce los avances independientemente de lo parecidos que sean a lo que pone el currículum. Diseña actividades de aula donde cada uno tiene algo que hacer acorde a los pasos que debe dar en su aprendizaje para seguir progresando. Regularmente actualiza a las familias sobre el desarrollo de esos pasos. Al final de trimestre redacta en lenguaje claro un resumen de cómo ha ido el aprendizaje. También introduce un número en el sistema informático de la Consejería. Puede que entregue un papel a las familias con estos números (o letras). Pero les explica que es un trámite burocrático que no significa nada. Algunas veces estos números serán más bajos que 5, o las letras dirán: "IN".

Sigamos imaginando. Llega el cambio de curso o etapa. El profesorado dispone de toda la información sobre el aprendizaje, y también, por supuesto, de los números o las letras. Puede darse un primer escenario, en el que lea toda la información y continúe el aprendizaje tal y como iba, o un segundo escenario en que mire sólo el número y empiece a pedir a otros profesionales que se encarguen. Inmediatamente se pone en contacto con la familia para explicarles lo irresponsables que han sido en el curso/etapa anterior, lo importante que son las calificaciones. También les explica que la alumna repetirá curso con toda seguridad, y que se redactará una adaptación curricular para comenzar con la adecuada atención a la diversidad.

Tira cómica

Yo me pregunto: "¿quién ha hecho imprescindibles la calificaciones?". No encuentro la razón por la que no podemos trabajar como la primera maestra. Son las personas, a pie de aula, las que deciden cuánta importancia tienen las calificaciones. El sistema en el que nos hemos metido, en el que buscamos que todo el alumnado demuestre exactamente los mismos aprendizajes, deja fuera a muchos. A quienes realizan menos cantidad de aprendizajes, a los que aprenden cosas que no vienen en el curriculum, a los que no se comunican como la mayoría, etc. No olvidemos que algunas personas que se quedan fuera es porque su alta capacidad hace que no podamos comprender su manera de hacer las cosas. Aún cumpliendo el mandato legal de escribir unos números o letras para la administración, y haciendo que estos representen lo que nos mandan, es decir, en qué medida esta persona no ha aprendido la lista de cosas que arbitrariamente hemos decidido, podemos hacer que la importancia de éstas sea totalmente residual. Únicamente tenemos que afrontar el problema de que actuando así cometeremos la injusticia de escribir un "4" o un "IN" a una persona que está realizando grandes avances en su aprendizaje. Desde mi punto de vista, con la estrategia de la primera maestra y, sobre todo, con las altas expectativas de escuela y familia, no creo que ese "4", o ese "IN" haga más daño que el producido por la segunda persona, que ha conseguido su objetivo de colocar un "5", eso sí, con asterisco, pero paralelamente ha rebajado las expectativas para siempre, además de excluir a la persona de las actividades del resto del alumnado. ¿Merece la pena el "5"?

En resumen. Existen tres maneras de actuar ante todo ese alumnado que han olvidado al escribir el currículum:

La primera opción: Realizar ajustes razonables, para intentar que ese alumnado se desarrolle al máximo de su potencial. Si este desarrollo no llega a lo que han escrito en el currículo, pondremos una calificación suspensa, pero como complemento poco importante de un informe de evaluación detallado.

La segunda opción: Ignorar los criterios injustos que aparecen en el currículum y poner como mínimo un “5” a todo el alumnado que demuestre un buen desarrollo de sus aprendizajes.

La tercera opción: Redactar una adaptación curricular individual y retirar los criterios de evaluación a los que pensamos que no va a llegar. De esta manera acabaremos poniéndole un “5”. Eso sí, con asterisco (o las siglas que sean).

Existiría otra posibilidad, aunque entiendo que pueda sonar un poco soñadora, que consistiría en interpretar la accesibilidad cognitiva (ley 6/2022, del 31 de marzo) igual que la accesibilidad física o sensorial, de tal modo que no sería necesario realizar adaptaciones curriculares significativas, sino adaptaciones de acceso al currículo (para las que no se necesita realizar un documento individualizado). Aunque en el articulado de la ley aún no parece que se interprete así, a mí no me parece tan descabellado. Desde este punto de vista, igual que no suspende una persona sorda por no comprender textos orales, o una persona ciega por no entender textos escritos, tampoco suspendería una persona porque adaptemos los conocimientos más abstractos mediante lectura fácil, o porque no sea capaz de realizar argumentaciones, o interpretar la información de una manera crítica. En realidad, si somos honestos, algunos de estos criterios de evaluación ya los estábamos pasando por alto para gran parte del alumnado, dando todo tipo de oportunidades para “subir nota” como el comportamiento, la asistencia, tener el cuaderno completo, etc.

Desde hace mucho tiempo, yo he decidido que la primera opción es la mejor, pero incluso existen otras dos alternativas a la consideración de que la adaptación curricular significativa individualizada es una obligación. No es justo que esta decisión recaiga en nosotros, pero como decía Gandalf: “No podemos escoger el tiempo en el que vivimos, pero sí podemos decidir lo que hacemos con él.”