David G. Gándara

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Iván Illich

2021-02-09


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En casi todos los colegios en los que he trabajado traté de promover el ajedrez entre el alumnnado. Podéis pensar que siempre se apunta gente que saca buenas notas, o que todos consideran muy capaces. Pero no siempre es así.
Uno de los alumnos que acudieron a la actividad de ajedrez que había conseguido poner en marcha en los recreos de comedor empezó a demostrar una gran capacidad de análisis y de toma de decisiones prácticas en el juego. Yo no le daba ninguna otra clase, así que no sabía cuál era su perfil académico. Él participaba comentando las jugadas con una madurez y una precisón muy aceptables para su nivel de juego. Unos meses después formamos un equipo para participar en la liga autonómica. Asombró a todo el mundo en una partida en que tenía un solo peón contra una dama. Es un final conocido para los expertos, pero no para alguien que acaba de comenzar. Sin embargo, fué capaz de razonar por sí mismo que había algunas posibilidades de empatar. Y empató. A mí me pareción algo excepcional.
Más tarde descubrí que el alumno no era nada bueno en los estudios. Suspendía habitualmente e incluso había repetido algún curso. No sé si logró titular en la ESO, pero puede ser que no. Algo pasa se la escuela no logra desarrollar potenciales de este tipo.
"La mayoría de quienes leen profusamente y con placer tan sólo creen que aprendieron a hacerlo en la escuela; cuando se les discute esto, descartan fácilmente este espejismo."
Illich, I., & Espinoza, G. (1974). La sociedad desescolarizada. Barral Editores.